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El proyecto de decisión del CDB antepone el lucro a la naturaleza, el medioambiente y los pueblos que realmente la protegen.

La biodiversidad está colapsando a nivel mundial. Más de un millón de especies están en riesgo de extinción y ecosistemas enteros desaparecen a diario. Según el informe de Límites planetarios, ya traspasamos los límites seguros y es urge revertir esta tendencia para evitar la sexta extinción masiva, que podría incluir a los seres humanos.

Proteger solamente especies y ecosistemas específicos no frenará la pérdida de biodiversidad: tenemos que parar los motores que la impulsan. La producción insustentable y el consumo excesivo son las causas principales. Para frenar las fuerzas destructivas que son la raíz de la pérdida de biodiversidad, el nudo central del Marco Mundial de la Diversidad Biológica (MMDB) tiene que ser la gobernanza y políticas diseñadas específicamente para ese fin.

El borrador de la decisión de “integrar la diversidad biológica en todos los sectores” es la respuesta del Convenio sobre la Diversidad Biológica (CDB). Por “todos los sectores” se refiere a los sectores económicos, incluida la agricultura industrial, la minería, energía, infraestructura, producción fabril y turismo. En las propias palabras del CDB, “Generalmente se entiende que la integración de la diversidad biológica significa garantizar que la diversidad biológica, así como los servicios que esta proporciona, se incluyan apropiada y adecuadamente en las políticas y prácticas que dependen de ella y que inciden en ella”. Sin embargo, esta decisión fundamental no forma parte del núcleo central del MMDB. Por el contrario, se la ha marginado a un documento separado que se discute en espacios reducidos y no democráticos, al que se le destina muy poco tiempo en las sesiones de negociación.

Las discusiones sobre integración avanzan en dirección equivocada

Un motivo de mayor preocupación aún en la discusión sobre integración es la cantidad de propuestas que están encaminando la estrategia de biodiversidad en la dirección equivocada.

El proyecto de decisión del CDB sobre la integración de la biodiversidad consta de tres áreas principales: Gobiernos y políticas, Empresas (incluido el sector financiero), y toda la sociedad.

Integrar la biodiversidad en todos los niveles de gobierno y sus políticas

El borrador propone un enfoque que abarque todos los niveles de gobierno, incluyendo colaboración interministerial e intersectorial y la coordinación de los programas y políticas relacionadas con la diversidad biológica entre los gobiernos nacionales, subnacionales y locales. Esto debería incluirse en las Estrategias y Planes de Acción Nacionales en materia de Biodiversidad (EPANB) de cada país para garantizar que todos los ministerios hagan de la biodiversidad un componente clave en la toma de decisiones. Sin embargo, la realidad es que muchos gobiernos no están dispuestos a comprometerse a hacer que la biodiversidad sea un factor clave de la toma de decisiones.

La coordinación de estos aspectos de gobernanza a nivel multilateral es esencial, y el CDB es la instancia adecuada para esa tarea. Pero la falta de coordinación internacional, que lamentablemente es lo que sucede con el borrador actual, llevaría a un espiral descendente de competencia por menos reglamentación, a fin de atraer inversiones. Los niveles mundiales acumulados de producción y consumo tienen que reducirse drásticamente mediante normativas y coordinación para garantizar que el mundo vuelva a vivir dentro de los límites planetarios. Fijar límites comunes exige acuerdos fuertes y aplicables en coordinación con otros convenios y agencias de la ONU. La biodiversidad debe tener prioridad frente a los acuerdos comerciales, la Organización Mundial del Comercio (OMC) y otros intereses económicos. Si el CDB no asume la tarea de coordinación para garantizar que la biodiversidad prime en la toma de decisiones en todo el mundo, ¿entonces quién lo hará?

Otra propuesta de vital importancia es prohibir los incentivos perjudiciales a sectores económicos clave, incluidos los subsidios. Esto es esencial para parar proyectos empresariales destructivos. Esta disposición en particular era más fuerte en las metas de Aichi anteriores. Pero no se hizo ningún intento para aplicarlas, lo que pone en duda sus posibilidades de éxito en esta ocasión.

También es clave que se establezcan políticas de ordenamiento territorial o planificación espacial –es decir, el ordenamiento de todas las áreas del planeta para vivienda, industria, agricultura y naturaleza y su funcionamiento de conjunto— en función de la protección de la biodiversidad. Si bien es un principio muy bueno, la planificación espacial se basa erróneamente, en este borrador, en una jerarquía de mitigación y compensación de impactos. Eso significa que todo proyecto nuevo se evalúa para determinar si sus impactos sobre la biodiversidad pueden reducirse directamente, y si eso no es posible, esos impactos pueden compensarse. La compensación se convierte así en la opción preferida por defecto, lo que básicamente otorga una licencia para seguir destruyendo las áreas naturales, siempre y cuando esa destrucción se compense mediante acciones de conservación o restauración en otro lugar.

Gran parte de la sección sobre las políticas gubernamentales se basa en los principios de la contabilidad de los ecosistemas, es decir, definir el valor total de la naturaleza para integrarlo en los sistemas nacionales de contabilidad. Se les pide a los países que lleven una contabilidad de los ecosistemas e incluyan al ‘capital natural’ en sus cuentas nacionales. Esto implica suponer que esa contabilidad protegería efectivamente a la biodiversidad –lo que no está demostrado— sumado al hecho que llevaría años, si no décadas definir tales valores, insumiendo valiosos recursos y tiempo de las/os expertas/os en biodiversidad que deberían estar contribuyendo a iniciativas y esfuerzos de conservación verdaderos.

Además, asignarle un valor contable a la naturaleza es sumamente teórico y volátil. Tal valoración contable no tiene en cuenta los valores culturales, espirituales e intrínsecos de la naturaleza, que no son cuantificables. Los aspectos de la naturaleza que se considere que no contribuyen a la economía no se contabilizarán. Aun no se ha llegado a un acuerdo sobre qué califica como “biodiversidad”, por ejemplo, la mayoría de los microorganismos están excluidos y la comunidad científica no sabe cuántas especies existen realmente, ¿entonces cómo pueden contabilizarlas y valorarlas? Cuando se aplica esta contabilidad a un área específica de la naturaleza, la experiencia nos muestra que si los retornos esperados de un proyecto de inversión son mayores que el valor de la biodiversidad en riesgo, entonces su destrucción se considera rentable.

La gobernanza de la biodiversidad debería ser llevada a cabo por, con y para los pueblos. Especialmente en el caso de la biodiversidad, ya que el 80% de las áreas ricas en biodiversidad están en manos de Pueblos Indígenas y comunidades locales cuyos métodos tradicionales son los que han resultado más eficaces a la hora de protegerlas.

Integrar la naturaleza y la diversidad biológica a los modelos, operaciones y prácticas de negocios de sectores económicos clave, incluido el sector financiero

En lo que hace a la integración de la biodiversidad por las empresas y el sector financiero, el proyecto de decisión del CDB al respecto no es mucho mejor. Como acuerdo multilateral entre gobiernos, uno de los cometidos del CDB debería ser acordar normas comunes sobre determinados aspectos entre todos los gobiernos, entre ellos regular los impactos de la actividad empresarial. Para reducir verdaderamente la pérdida de biodiversidad, se deben fijar normas y reglamentaciones al respecto, entre otras:

  • Normas que limiten el ingreso/ expansión de proyectos empresariales a/hacia áreas naturales.
  • Normas que limiten el volumen/cantidad de recursos que se permite extraer.
  • Normas que protejan los derechos de las defensoras y defensores.
  • Normas que limiten o impidan la contaminación.

Sin embargo, la sección sobre empresas no hace referencia alguna a la reglamentación de la actividad empresarial por los gobiernos. Habla sobre lo que pueden hacer las empresas (especialmente las grandes empresas y transnacionales) por sí mismas, por ejemplo hacer una “transición” hacia “prácticas sostenibles». Este es un enfoque erróneo que no tendrá efecto alguno en los actores empresariales –ya que sólo tienen que implicarse por voluntad propia, si es que lo hacen— y que el CDB no debería adoptar, por lo tanto. En el borrador actual, el papel de los gobiernos se limita a apoyar a las empresas y ofrecerles incentivos y subsidios para estimularlas a ‘hacer lo que es correcto’.

Se hace gran énfasis en que las empresas evalúen los impactos de sus acciones sobre la biodiversidad, y que los hagan constar en sus informes empresariales. El borrador exhorta a las grandes empresas a incorporar ‘soluciones basadas en la naturaleza’ y a compensar los impactos de sus actividades. Todo esto huele mucho a ‘maquillaje verde’, y en lugar de reducir los impactos, probablemente lleve a más destrucción de la biodiversidad y violaciones de derechos humanos. Pedirle a las grandes empresas compensar sus impactos sobre la biodiversidad es peligroso e ineficaz. La existencia misma de la compensación permite la destrucción de la biodiversidad, si a esta se la compensa “en otro lugar». Una y otra vez se ha demostrado que la compensación conduce a más destrucción de la biodiversidad.

También es muy problemático el énfasis que se pone en los Esquemas de Certificación Voluntaria. Distintos estudios han demostrado que muchos de los principales esquemas de certificación no tienen impacto en los procesos de producción y las grandes empresas que están destruyendo activamente la biodiversidad y /o los derechos humanos. Incluso en casos donde se han registrado quejas reiteradas, muy pocas veces se las atiende. Esto no es ninguna sorpresa ya que  en las estructuras de gobernanza de muchos esquemas de certificación hay representantes de las grandes empresas.

Esta sección del proyecto de decisión del CDB sigue un patrón que puede observarse en toda la ONU: se reivindica a las grandes empresas como los principales actores a la hora de resolver los problemas del mundo, privando a los gobiernos de esa responsabilidad. Hay indicios de que a más largo plazo se establecerá un órgano que involucre a las grandes empresas como tomadores de decisiones, por fuera de los procesos multilaterales. Si persiste, este patrón sólo aumentará el poder empresarial y de las grandes empresas y marginará a los gobiernos y sus mecanismos de rendición de cuentas y excluirá a las voces de la sociedad civil, lo que es peligrosísimo.

Integrar la biodiversidad a toda la sociedad

Garantizar la concienciación sobre la biodiversidad en toda la sociedad, incluyendo en la educación, son elementos importantes del borrador de la decisión. Este borrador pone la responsabilidad de la transición hacia estilos de vida más sustentables en las/os consumidoras/es individuales. Este es un gran error y no es justo para las/os consumidoras/es. Son las estructuras y sistemas que dan lugar a un consumo insustentable los que tienen que cambiar, y para eso es imprescindible la acción de los gobiernos. Pedirles a las/os consumidoras/es que hagan elecciones de compra sostenibles requiere acceso a información adecuada y confiable sobre los productos que se ofrecen. Las innumerables versiones de etiquetado ecológico y certificaciones de sostenibilidad que ofrecen información falsa hacen que esto sea prácticamente imposible para las/os consumidoras/es. Los gobiernos deben hacerse responsables de exigir cuentas por falsas declaraciones y etiquetas de productos como ecológicos o sostenibles.

En conclusión, el borrador sobre la integración de la biodiversidad no sólo fracasa en lo que se propone hacer, sino que además entraña propuestas peligrosas. No establecerá normas y reglamentaciones para garantizar que los sectores económicos y las empresas lleven a cabo sus actividades dentro de los límites planetarios. Establece mecanismos que parecen dar respuestas, pero en realidad son puro maquillaje verde. Su resultado será que todo siga tal como está, sin ningún cambio efectivo. A eso se suma que pone las políticas del CDB cada vez más en manos de grandes empresas, que nunca pondrán voluntariamente a la naturaleza y los Pueblos Indígenas que la protegen por encima de sus ganancias.