¿Qué es la financiarización de la naturaleza?
La financiarización de la naturaleza abarca una larga serie de mecanismos: Reducción de Emisiones por Deforestación y Degradación de los bosques (REDD), la compensación de emisiones, los bancos de biodiversidad y de hábitats, entre otros que tienen como base común ponerle un precio a la naturaleza, hacer de ella un objeto intercambiable, un activo financiero.
El proceso de financiarización crea un límite artificial entre los aspectos materiales de la naturaleza (los bienes y recursos que proporciona), y sus aspectos culturales y espirituales. Creado ese límite, se otorga un precio a esos bienes para que puedan ser comprados y vendidos, pero también a sus elementos por separado o a las funciones que realizan. O sea, alguien puede ser dueño de un bosque, o de sus árboles por separado, o de las funciones que realiza ese bosque, como la protección del agua o la captación de carbono.
¿Por qué se produce la financiarización de la naturaleza?
Con la lógica de la financiarización, el que tiene dinero puede seguir destruyendo el planeta mientras afirma protegerlo.
Las grandes corporaciones compran los bienes, elementos y funciones de la naturaleza para compensar su devastación ambiental y así seguir realizando sus negocios como siempre.
Por ejemplo: una empresa minera que destruye el ambiente en un lugar, paga por la “conservación” de un área de tierra o bosque en otro sitio. Los Pueblos Indígenas que vivían en esa área tienen prohibido ingresar allí porque enfrentan reclamos de que la habrían destruido de no ser conservada, y se argumenta que la empresa ahora «salva» esa tierra o bosque. Así, la compañía afirma que «compensa» el daño que ocasiona en el sitio minero, lo que le sirve para presentarse como social y ambientalmente responsable. Sin embargo, la destrucción de la naturaleza no ha disminuido, y no hay pruebas de que el sitio conservado hubiera sido destruido. Aún más: hay evidencia, como reconoce la Organización de Naciones Unidas (ONU), de la labor crucial de los Pueblos Indígenas y las comunidades locales en la protección de la biodiversidad.
Desde hace varios años las grandes corporaciones transnacionales, junto a numerosos gobiernos, empujan reformas en políticas nacionales e internacionales para facilitar el control de la biodiversidad. Ya habíamos vivido pujas similares con la promulgación de políticas que privatizan la naturaleza, y otras que promueven lo mismo pero con elementos específicos de la biodiversidad por ejemplo (como las semillas y elementos bioquímicos), a través de diversos mecanismos de propiedad intelectual.
¿Cuáles son los riesgos?
La financiarización de la naturaleza se relaciona con la privatización de las formas de existencia y vías de subsistencia de numerosas comunidades locales y Pueblos Indígenas, que viven y dependen de los bosques y la biodiversidad. En muchas oportunidades esta privatización genera reasentamientos de esas comunidades en territorios nuevos y ajenos, realizados con violencia física -además de la violencia ejercida al romper una forma de vida tradicional-, con violaciones a los derechos humanos colectivos e individuales.
Pero además, la financiarización de la naturaleza es peligrosa porque crea una nueva relación con la naturaleza. En esta nueva relación, el apego, los valores sociales, la cultura y la espiritualidad que como personas hemos construido con la naturaleza (y gracias a ella), son eliminados de un tajo. Al mismo tiempo, se crea una nueva definición de naturaleza: se la empieza a ver como capital, por los beneficios económicos que genera, y se le denomina capital natural.
Esa financiarización también promueve el desmantelamiento de las políticas ambientales (la desregulación), bajo el entendido de que ya no serán necesarias, porque serán las corporaciones las que de forma voluntaria protegerán la naturaleza. Los promotores de estas ideas siempre expresan, como ha pasado con el mecanismo de REDD, que estos diversos instrumentos de financiarización de la naturaleza traerán muchos beneficios económicos que redundarán en mejores condiciones de vida. No nos dicen nunca que a través de esta lógica las corporaciones se presentan como verdes (porque dicen que quieren conservar ecosistemas) y así lavan su imagen. No nos dicen tampoco que de esta forma esas empresas pueden multiplicar sus negocios: lucran con la actividad económica que realizan en los sitios que destruyen y lucran también con la conservación (incluyendo la venta de bonos de carbono) en los sitios donde compensan su devastación.