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El medioambiente está amenazado. Este año, una evaluación científica destacó la crisis acuciante de la biodiversidad en todo el mundo, toda vez que los ecosistemas se redujeron un 47% y hay muchas especies al borde de la extinción. El informe del IPBES reconoció que seguir adelante “como si aquí no pasara nada” no es viable: lo que se necesita es un cambio de sistema.

Sin embargo, tal cambio representa una amenaza para los intereses de lucro del sector empresarial mundial. Por esta razón, muchas grandes empresas se empeñan en encontrar maneras de demostrar que están emprendiendo acciones para enfrentar la crisis ambiental, manteniendo al mismo tiempo métodos de producción insustentables y apuntando a un modelo de crecimiento económico ilimitado e irrefrenable.

Artimañas de las grandes empresas para eludir la regulación ambiental

Mediante un proceso que se conoce como “Financierización de la Naturaleza”, las grandes empresas y sistemas políticos están redefiniendo el “problema” ambiental y convirtiéndolo en una “solución” que genera incluso más ganancias económicas, para su beneficio.

Al redefinir la naturaleza como “capital natural”, le pueden asignar un precio en función de los “servicios ecológicos” que puede ofrecer, tales como el almacenamiento de carbono o la filtración de agua. Quienes se apoderan así de la naturaleza y sus “servicios” pueden entonces especular con los precios y comparar el valor de invertir en la naturaleza o invertir en otras actividades. Este proceso reduce la naturaleza a su valor económico, dejando de lado los aspectos sociales, culturales, políticos e incluso espirituales de la relación de la naturaleza con las sociedades humanas.

La financierización de la naturaleza adopta una forma particularmente engañosa en los esquemas de compensación de emisiones y compensación equivalente de biodiversidad. Estos esquemas les permiten a las empresas y gobiernos llevar a cabo actividades destructivas como acaparamientos de tierras de los Pueblos Indígenas y comunidades locales, o talar parte de los bosques tropicales, y reivindicar que en términos totales no se está haciendo ningún daño ya que compensaron el precio de esta destrucción. La compensación puede ser tan simple como pagarle a un fondo que promete crear o proteger más naturaleza en otro lugar, o crear ellos mismos este tipo de áreas.

River Nile at the Bujagali falls

Bujagali, en el Río Nilo. Imagen: NAPE-Amigos de la Tierra Uganda.

Un ejemplo es el proyecto hidroeléctrico de Bujagali en Uganda. El embalse creado por la represa de Bujagali en el Río Nilo en 2012 inundó un área de gran valor ecológico, además de revestir gran importancia cultural y espiritual para el Pueblo Indígena local Basoga. Como compensación equivalente de la biodiversidad del área inundada se reservaron “en perpetuidad” riberas y cascadas “comparativamente de igual importancia”. Sin embargo, unos años más tarde, el sitio de compensación fue inundado por otra central hidroeléctrica, lo que hizo necesario que se compensara lo ya compensado. En teoría, toda destrucción fue compensada y no se causó ningún daño. En la realidad, las riberas a lo largo del Nilo fueron inundadas y se cometieron muchas violaciones de derechos humanos en el proceso.

Los formuladores de políticas caen en la trampa

Un estudio reciente publicado por Amigos de la Tierra Internacional revela cómo los formuladores de políticas abogan a favor de la compensación y los enfoques centrados en el capital natural como soluciones verdaderas. Las regulaciones vigentes basadas en límites y multas son sustituidas crecientemente por leyes que ofrecen opciones de compensación como soluciones legales para la destrucción ambiental.

Tales esquemas de compensación son promovidos en normas internacionales como las Normas de Desempeño del Banco Mundial, o en leyes ambientales nacionales. En ambos casos, dan luz verde a las actividades destructivas de las empresas que prometen compensar o pagar una tasa de compensación a un fondo nacional diseñado para la restauración ecológica futura.

Estos esquemas constituyen herramientas importantes tanto para los actores empresariales como los políticos que pueden así “maquillar de verde” sus actividades, es decir, seguir haciendo lo mismo de siempre pero con el argumento de que actúan a favor del medioambiente.

Ganancias para el sector empresarial

Un estudio complementario de Amigos de la Tierra Internacional demuestra cuánto tiene para ganar el sector empresarial cuando se aprueban leyes a nivel nacional que permiten la compensación.

Tales leyes permiten que se autoricen actividades ambientalmente destructivas que de otra forma no serían permitidas, particularmente el acceso a tierras en áreas protegidas. Esta aprobación facilita además el acceso a financiamiento, especialmente debido a que la Corporación Financiera Internacional (vinculada al Banco Mundial) y los bancos regionales de desarrollo aprueban proyectos con mayor facilidad cuando incluyen esquemas de compensación.

Montage of four images: indigenous farmer, protected land, handshake deal and extractive industry

La compensación equivalente de biodiversidad es una herramienta que permite a las industrias extractivas acceder a áreas protegidas.

Por ejemplo, el proyecto de construcción de un oleoducto que atraviesa el Parque Nacional de Jasper en Canadá se comprometió a compensar, a pesar de que no hay ningún requisito legal que se lo exija. Este compromiso facilitó el proceso de licenciamiento y el proyecto recibió aprobación sin mayor oposición ambiental.

De igual manera, cuando las grandes empresas reservan tierras para proyectos futuros, puede terminar resultándoles más redituable dejarlas intactas y “cobrar” más bien los ingresos obtenidos de proyectos de compensación.

A escala social más amplia, las leyes que permiten la compensación aspiran a aumentar la aceptación del público de las actividades destructivas. ONG internacionales de conservación como The Nature Conservancy o Flora and Fauna International ofrecen proyectos de compensación y les dan a las grandes empresas una imagen “verde” positiva, una táctica corriente que se conoce como “maquillaje verde».

El sistema de compensación depende de un gran caudal de investigación y desarrollo para que siga siendo funcional y creíble: muchos grupos de expertos, consultores, ONG, académicos y profesionales contables se ganan la vida gracias a los procesos de financierización de la naturaleza. Estos actores seguirán presionando a favor de su desarrollo, incluso aunque las pruebas de los daños ecológicos que provocan estos enfoques siguen acumulándose.

Combatir la financierización de la naturaleza

Es fundamental que el medioambiente y quienes dependen de él y lo cuidan sean el eje central de la gestión ambiental y las leyes relacionadas. Los Pueblos Indígenas y las comunidades locales son los mejores guardianes de los ecosistemas: se ha demostrado que las áreas donde ellos organizan la conservación del territorio empleando técnicas localmente relevantes están en mejor estado de conservación que los parques nacionales y las áreas protegidas privadas. 

Necesitamos leyes estrictas que contrarresten la desregulación y garanticen la protección de las defensoras y los defensores de los territorios y los derechos humanos, que también enfrentan frecuentemente persecución. Precisamos un tratado vinculante para las grandes empresas en materia de derechos humanos. Requerimos, en resumen, un cambio de sistema: reformar nuestra economía para asegurarnos de que las necesidades de todas y todos se satisfagan de manera justa y con base en las comunidades, a la vez que le ponemos freno a la codicia de unos pocos.